domingo, 28 de septiembre de 2008
Borges
En algún espacio de Britania, bordeando con la mirada las ciudades en ruina de los viejos emperadores romanos un escriba anotó: Año 776 “Este año pasó un meteoro” y la pluma y la tinta y el tiempo descansaron sobre esa bruma inhóspita del cielo y sus ojos apenas entreabiertos, detenidos, contemplaron el horizonte por todos esos días que suman un año. Observó setenta tonalidades de grises y de azules pálidos. Cubierto de pieles, miró hacia el bosque mientras el licor bajaba por su garganta y la piel de su rostro hizo un gesto imperceptible ante su respirar más hondo. El viento que embestía desde el mar cercano sombreó arrugas de sal como murmullos debajo de sus ojos y como un beso sobre la frente. Pasó un meteoro y llegó el crepúsculo y luego el alba se levantó en los campos, esos campos que rodeaban las ruinas y que circundan esos caminos trazados por algún emperador que nunca supo que ellos elegirían el mar y el bosque sin caminos y sin ciudades.
Muchas años y palabras y vacíos y guerras después un erudito dedicó veinte años al estudio detallado y a la traducción de la historia de un pueblo pretérito, veinte años descifrando y amando devotamente los caracteres de tinta negra bajo la luz rojiza del farol. Cubierto por un manto, mientras el licor bajaba por su garganta y el tejido de su piel vibraba imperceptible, transcribió la última frase: Año 776 “Este año pasó un meteoro” y la pluma y la tinta y el tiempo descansaron sobre la oscuridad húmeda de su habitación. Unos soldados embistieron su puerta como un viento de oro y la habitación y los papeles se encendieron como el crepúsculo. Allí afuera detrás del marco de madera el alba se elevaba desde el campo.
Sobre la división arbitraria de los siglos, en el siglo pasado un poeta del sur ha interpretado y amado ese oscuro y áspero lenguaje. La musicalidad muerta como suspiros en su saliva, como una red de oro en sus ojos y detrás de su ceguera ha esclavizado los elogios. Sobre una línea de la tibieza de alguna página he acariciado esas palabras nómades: Año 776: “Este año pasó un meteoro” y la pluma y la tinta y el tiempo descansaron sobre los anaqueles de una biblioteca del sur donde el polvo y la tristeza de las calles grises abrazan el crepúsculo del tiempo. Mientras el licor baja por mi garganta y mi rostro se regocija imperceptible imagino que lejos de la ciudad el alba nuevamente se eleva aún acariciando la pampa.
Laura ElizaldeEtiquetas: borges, escritos, escritura, palabras, poesía
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at 7:25.
sábado, 13 de septiembre de 2008
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at 8:56.
Etiquetas: estacion, maipú, tren
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at 6:37.